jueves, 11 de agosto de 2011

Señal de parada

Por fín, Ava figura como parte del reparto en un poster. Es su cuarta película, y en ella, su belleza, parece que empieza a irradiar.

Whistle stop es un entretenido drama con buenas dosis de intriga, que resulta amena e interesa a partir de que el amigo del protagonista, muy bien interpretado por el siempre excelente Victor McLaglen, se convierte en casi casi el principal personaje. Por lo menos es el que tiene más chispa y con mayor bagaje dramático. Compone un personaje inrtrigante, lo que acerca al filme, hasta entonces un más bien vulgar drama de amores y desamores, al cine del más puro género negro.

Por lo demás, la dirección de Moguy es convencional y no sabe, me temo, extraer con acierto los mimbres de los que dispone, que no son pocos. Sin embargo, le falta constancia y mesura para que la cinta tenga la profundidad necesaria para convertirla en imperecedera o, al menos, en recordable a través de los años.

Lo mejor, junto al personaje compuesto por McLaglen es la belleza de Ava Gardner, en el mejor momento físico de su carrera, que está bellísima en todo momento, aunque lleva más de la cuenta un mismo vestido. Y digo más de la cuenta, porque lo lleva en la calle, vale, pero también dentro de su casa. Eso no es creíble.

Gardner está bien en todo momento, aunque destaca sobremanera en la escena en la que le echa la bronca, llamándole cobarde, a McLaglen, cuando este, al menos en apareciencia, le abandona al protagonista cuando más lo necesita.

También es muy buena la escena, por su hondo dramatismo, llena de rabia y amor al mismo tiempo, en la que la actual novia del protagonista, postrada en la cama de un hospital a causa de un absurdo accidente, le espeta lo que de verdad piensa de él. Le dice las verdades del barquero, algo que le hará, de una santa vez, reflexionar acerca de lo que su vida ha sido hasta entonces.

En resumen, agradable film, que podía haber llegado más lejos, pero que gusta y deja un más que aceptable sabor de boca.

La casa encantada




Comedia de enredos bastante torpe y simplona en su confección narrativa, además de ser grotesca desde las actuaciones.

Es un producto que intenta hacer reír con situaciones alocadas, donde un grupo de jóvenes torpes terminan liando a un matrimonio de recién casados, ya que sin quererlo terminan involucrándolos con una pandilla de facinerosos muy misteriosos que se hacen pasar por fantasmas.

Aunque la propuesta intenta por todos los medios de ser divertida y chispeante, la misma apenas llega a ser una oferta muy ciclotímica e irregular a la que se le nota su improvisada confección argumental y las fallas en el realismo de la puesta en escena.

Las actuaciones son de mediocres para abajo, los gags muy tontones, las escenografías muy cutres y el argumento escrito con mucho apresuramiento y sin casi inspiración para lograr ser jocoso en sus variantes.

En fin, una apenas regular mezcla de horror-comedia que si hace reír es por las groseras limitaciones que posee desde todo punto de vista. Uno se puede llegar a lanzar una carcajada indirectamente de lo ridícula, tosca y bobalicona que resulta.
Si llega al cuatro es porque le tengo en cuenta su antigüedad, ya que es una pieza histórica –cutre de hecho- de la cinematografía estadounidense. También hay que reconocer que no aburre, pues posee un ritmo bastante acelerado.

William Beaudine, un director de esos del montón (de abajo) que rodaba de todo, hoy a la perra Lassie mañana a Bruce Lee (no es broma, así fue), se encarga de llevar los mandos de la nave obteniendo el consiguiente descalabro. Algo lógico, en aquellos años se rodaba al por mayor, como si fueran palomitas de maíz y no películas. Beaudine ese año filmó siete películas –y no es de los que más- entre ella su famosa “The Ape Man” que al menos es más consistente que esta.

El argumento es de esos típicos de la época, donde en plena Segunda Guerra Mundial, se pretende poner el granito de arena patriótico haciendo de los nazis una banda de matones que habitan en la casa de al lado y desde allí poco menos van a controlar el mundo. Menos mal que los chavales cantores de la película están ahí para, mientras pintan y cantan, resolverlo.

En la cinta podemos ver a un desdibujado y en declive Bela Lugosi y sobre todo la tercera de las apariciones de una jovencita, poco afortunada en la interpretación, llamada Ava Gardner. Menos mal que tuvo otras oportunidades.




Kid Glove Killer (1942)


TÍTULO ORIGINAL Kid Glove Killer
AÑO 1942

DIRECTOR Fred Zinnemann
GUIÓN Allen Rivkin, John C. Higgins
MÚSICA David Snell
FOTOGRAFÍA Paul Vogel (B&W)
REPARTO Van Heflin, Marsha Hunt, Lee Bowman, Samuel S. Hinds, Cliff Clark, Eddie Quillan, Ava Gardner

PRODUCTORA Metro-Goldwyn-Mayer (MGM)

SINOPSIS Un químico de la policía (Van Heflin) descubre el asesinato de un alcalde.

Primer largometraje en Hollywood de Zinnemann y segundo en el que aparece Ava. Aunque se trata se trata de una cinta detectivesca sin demasiadas pretensiones, que pretende aleccionar al espectador acerca de los métodos de trabajo de la policía científica, el director ya apunta en ella maneras en su habilidad de captar las honduras de la psicología humana.

Poco quedaba para que los dos se convirtiesen en auténticos mitos.

Reunión en Francia




No se trata de uno de los mejores trabajos de Dassin ni uno de los más conocidos pero la película está considerada como una de las primeras apariciones de Ava Gardner para la gran pantalla.



En ella, la aparición de dos actores de renombre ( Crawford y Wayne) ayudan al desarrollo de la película que aún sin presentarnos las verdaderas miserias de la Francia invadida consigue unas buenas dosis de intriga y acción que se agradecen, todo eso unido a una factura técnica bastante elevada contribuyen a que este film no deba caer en el olvido.

TÍTULO ORIGINAL Reunion in France
AÑO 1942

DIRECTOR Jules Dassin
GUIÓN Jan Lustig, Marvin Borowsky, Marc Connelly (Historia: Leslie Bush-Fekete)
MÚSICA Franz Waxman, Mario Castelnuovo-Tedesco
FOTOGRAFÍA Robert Planck


REPARTO Joan Crawford, John Wayne, Philip Dorn, Reginald Owen, Albert Basserman, Ava Gardner


PRODUCTORA Warner Bros. Pictures

sábado, 18 de junio de 2011

Pandora y el holandés errante



Pandora y el holandés errante es una obra demasiado elaborada como para plasmar aquí todas sus profundidades semánticas y descifrar sus múltiples referencias a la cultura griega.No es, por lo tanto, mi intención.Se trata de una tragedia romántica, protagonizada por Gardner y Mason, en la que confluyen A) la mitología griega (Pandora;el equivalente a la cristiana Eva, madre de todos los hombres pero desencadenante de todos sus males,El Holandés, una especie de Prometeo eternamente castigado por su desafío a los dioses,El torero Montalvo;una especie de Rey Teseo luchando contra el minotauro (los Toros, y en un sentido alegórico, el destino)), B) la leyenda del Holandés errante (que se remonta al siglo XVII) y, C) contínuas referencias visuales a la cultura helénica y mediterranea en general.Sin duda es un filme que no puede ser observado por mentes simples acostumbradas a lo literal ya que su contenido metafórico y surrealista es abrumador. En el plano técnico, Jack Cardiff confecciona una excelente labor fotografica (aunque la copia desponible en DVD que poseo no permite observar con toda claridad algunas de las escenas nocturnas) resaltando el componente telúrico de los parajes retorcidamente románticos e incluso místicos de Tossa de Mar (llamada Esperanza en el filme que nos ocupa) y Albert Lewin realiza una magnífica y compleja realización y guión (con unos diálogos interesantísimos y llenos de significado oculto), el cual, en mi opinión y como gran fallo alegable contra él, insiste demasiado en la utilización de la voz narradora como herramienta progresión argumental.También se observan alunos problemas de ritmo que son inevitables al querer sobrecargar al filme con tanto contenido metafísico.Filme de orígen literario pero brillantemente visual a la vez, deberá ser descubierto poco a poco por los espectadores hasta poder encontrar su significado último; hasta poder encontrar la salida del laberinto en el que nos recluye


Título original: Pandora and the Flying Dutchman



DIRECTOR
Albert Lewin
GUIÓN
Albert Lewin
MÚSICA
Alan Rawsthorne
FOTOGRAFÍA
Jack Cardiff
REPARTO
James Mason, Ava Gardner, Nigel Patrick, Sheila Sim, Harold Warrender, Mario Cabré, Marius Goring, John Laurie
PRODUCTORA
MGM / Romulus Films





viernes, 10 de junio de 2011

Una vida por otra


Uno de los innumerables westerns que se hicieron en esa década fantástica para el género que fueron los 50, esta vez de la mano de un especialista del western como John Farrow (“California”, “Hondo”) que curiosamente fue más en el cine negro donde nos dejó sus mejores películas, el que fuera el padre de la actriz Mia Farrow. El argumento no es especialmente atractivo ni novedoso, pero cuenta con los ases en las interpretaciones, una pareja de protagonistas como Robert Taylor y Ava Gardner no son para tomarlo a broma, y sobre todo ese papel de Anthony Quinn como José Esqueda, vale por sí sólo ya un visionado. Tiene las virtudes de este tipo de películas, como es el equilibrio entre la acción y los diálogos, siempre concisos, directos, carentes de todo adorno floral pero llenos de autenticidad, escritos por el propio Farrow y el gran Frank Fenton (guionista de obras tan increíbles como “Río sin retorno” o “Escrito bajo el sol”). No les voy a vender la burra, no es ni mucho menos un western imprescindible, pero tampoco despreciable. Estamos ante hora y media de cine clásico de los que hay que recuperar. Y como digo siempre, una película normalita como esta de antes, está al nivel de una casi buena de las de ahora.



DIRECTOR
John Farrow
GUIÓN
John Farrow, Frank Fenton
MÚSICA
Bronislau Kaper
FOTOGRAFÍA
Robert Surtees
REPARTO
Robert Taylor, Ava Gardner, Howard Keel, Anthony Quinn, Kurt Kasznar, Ted de Corsia, Jack Elam
PRODUCTORA
MGM.


Además en el reparto figura Jack Elam al que probablemente identificarán más por sus ojos que por su nombre y que siempre fue un habitual en eso de los westerns. Todos ellos dirigidos por un director australiano, John Farrow, poco conocido pero que a la vista de la realización de este film lo menos que puede decirse de él es que resulta cinematográficamente atractivo.En realidad la película es un tanto atípica si la comparamos con lo que estamos acostumbrados. Ava Gardner, sigue siendo el animal más bello del mundo pero, como esposa de dudosa fidelidad, parece algo fuera de sus registros habituales. Por su parte Anthony Quinn ha interpretado muchísimos papeles de mexicano, recordemos sin ir más lejos Viva Zapata de Elia Kazan, pero pocos con el dedo tan nervioso y despiadado. Que decir de Robert Taylor acartonado hasta las cejas y con más pinta de ninot fallero que de duro pistolero. Y como guinda, un curita de armas tomar, absolutamente literal. Por ello el único que se parece, en la foto, es Jack Elam, bandido de mirada aviesa y feo donde los haya. Pero, seguramente, por ese desencaje de papeles respecto de lo que estamos acostumbrados, la película resulta francamente interesante. Ver a una Ava Gardner desenfrenada arrojándose a los labios de Robert Taylor, especialmente si vimos su aparente integridad en La condesa descalza de Mankiewicz, resulta francamente sugerente y si además Quinn, capaz de llorar al ser bendecido por el Father Pistolas es asimismo defensor implacable de la ley de la bala y generoso en su aplicación, pues que quieren que les diga... Una fotografía de calidad en tecnicolor, con escenas de caballos, galopadas y cargas de la brigada ligera a toque de corneta, juntamente con un guión lo suficientemente sólido como para mantener nuestra atención, hacen que este trabajo de Farrow no nos deje impasible y se vea con interés..


sábado, 4 de junio de 2011

Mundos opuestos



Interesante melodrama con leve transfondo criminal producido por la conservadora MGM a mayor gloria de un elenco irrepetible, que saca adelante con más profesionalidad que talento una moralista historia de infidelidades conyugales protagonizada por un matrimonio de la alta sociedad neoyorkina, una vampiresa de origen humilde y algún que otro personaje colocado con calzador para hacer avanzar, más o menos ,una historia tan tópica que en algunos momentos resulta directa, e involuntariamente, descabelladaDetrás de la cámara un buen director como Mervin LeRoy demuestra su oficio sin estar demasiado inspirado en momento alguno, con una corrección que juega en contra del relato ,que hubiese necesitado una mayor dosis de desmelenamiento, locura y pasión para que el conjunto sublimara tanto convencionalismo. Pese a todo la película es muy agradable de ver, el look Metro aparece por todos los lados y en alguna ocasión el guión apunta detalles de auténtica clase (sobre todo en el prototípico retrato de la femme fatale encarnada por una bellísima Ava Gardner, o la conversación entre James Mason y su suegra en la parte final ) pero el tono acartonado y la moralina conservadora que domina todo el conjunto se las lleva por delante dejando tan solo una superficial sensación de vacuidad que impiden que el paso del tiempo no haya hecho estragos con la película. De todas maneras su visionado es recomendable por el placer de poder ver a tantas estrellas juntas, por la esplendorosa banda sonora de Miklos Rosza y por ser un prototípico ejemplo de la películas destinadas al público femenino tan abundantes en los años 40, y de la que es un ejemplo señero pero muy poco inspirado.



TÍTULO ORIGINAL
East Side, West Side



DIRECTOR
Mervyn LeRoy
GUIÓN
Isobel Lennart (Novela: Marcia Davenport)
MÚSICA
Miklós Rózsa
FOTOGRAFÍA
Charles Rosher (B&W)
REPARTO
Barbara Stanwyck, James Mason, Ava Gardner, Van Heflin, Cyd Charisse, Nancy Davis, Gale Sondergaard, William Conrad, Raymond Greenleaf, Douglas Kennedy, Beverly Michaels
PRODUCTORA
Metro Goldwyn Mayer


viernes, 13 de mayo de 2011

55 días en Pekín



Estamos ante un verdadero portento de película, un de los últimos trabajos de Nicholas Ray en una de las mejores superproducciones de la historia del cine. Es una película atractiva y mucho más interesante ahora que en su época, una película que se ve con mucha alegría y que se asiste a todo un espectáculo cada vez que se ve. Es de una frescura especial.Es destacable en muchos aspectos, pero principalmente la dirección artística y los decorados. Fue uno de los decorados más grandes que se han hecho; Pekín, la muralla... Unos decorados maravillosos. Desacatar también la brillantez de los diálogos que son todos muy acertados. Y por supuesto las interpretaciones, empezando por David Niven, haciendo gala, aquí más que nunca, de esa diplomacia innata. A Charlton Heston que estaba en su cima, en su mejor etapa. Y también a la gran Ava Gardner, quien estaba en su etapa de decadencia y de afición al alcohol.Pero en lo que más destacó esta película fue por su dirección. Fue un rodaje tan complicado que llegó un momento en el que ya no se sabía quien estaba dirigiendo realmente, ya que en los tres meses que duró el rodaje Nicholas Ray rectificaba día a día todo el guión, cosa que enfurecía mucho a Heston. Y a esto se unió la ausencia del propio director por un par de semanas enfermo, ante lo cual el equipo técnico rodó lo que faltaba del metraje, dándole a algunas escenas un sentido épico que no correspondía con la intención del director. Pero sin ninguna duda se nota mucho la marca, el sello de Nicholas Ray en los momentos más intimistas, en los más personales. No hay que olvidar que fue Ray quien más influyó en la nouvelle back francesa, y ese sello siempre se nota en determinadas escenas.En definitiva estamos ante una película fecunda, con una fuerza extraordinaria y que trata sobre la diplomacia, tiene toda una lectura política de lo más actual. El tema de las naciones unidad, el tema de permanecer en un país sin saber mucho cuales son las intenciones que se esconden detrás, el tema de los “extranjeros” invasores, el tema de la diplomacia, del diálogo... Y luego también reflexiona sobre las relaciones humana, sobre la amistad, la envidia, el amor... Es un verdadero espectáculo imprescindible.

jueves, 12 de mayo de 2011

La noche de la iguana


Tennessee era de lo mejor que ha dado el género teatral. Un genio que, como esas almas errantes que aparecen en sus obras y que no son otra cosa que reflejos de sí mismo, llegaba todo lo lejos que su cuerda le permitía. Todos somos como esa iguana atada, que no puede andar más allá del extremo de la cuerda que la retiene. A menos que Dios juegue a ser Dios y la libere.Los elementos comunes que nunca faltaban en un pulsante drama de Williams eran el calor tórrido, la adicción a la sustancias que proporcionan evasión (el alcohol sobre todo) y los espíritus alborotados y en continua búsqueda. El dramaturgo se retrataba, pedazo aquí pedazo allá, con recurrente insistencia y con una sagaz, irónica, despiadada y agridulce introspección.El gran artista consumido por sus diablos interiores resultó ser uno de los más lúcidos visionarios del dolor humano.Una obra de la magnitud de “La noche de la iguana” significaba un desafío nada nimio para quien se interesara en llevarla al cine. Williams era un reto espléndido para cualquier director que soñara con aunar literatura y cine en una fusión gloriosa. Otros ya habían ofrecido su admirado tributo al insigne dramaturgo con rendido respeto a la esencia de sus creaciones, como Elia Kazan (“Un tranvía llamado deseo”), Joseph L. Mankiewicz (“De repente, el último verano”) o Richard Brooks (“La gata sobre el tejado de zinc”).Huston también se atrevió a hincarle el diente. Sabía que debería estar a la altura. Y lo estuvo. Vaya si lo estuvo. Su película es de lleno el universo Tennessee. Y nos atrae a él como la serpiente es atraída por la flauta del encantador.Para comenzar con los puntos fuertes, tenemos ante nosotros una fotografía de lujo. Un blanco y negro límpido y osado, tan mórbido como poético, tan exuberante como casi ascético. Un objetivo atrevido, descarado, franco, que sabe cuándo coger el toro por los cuernos y cuándo entrar en la sutileza y en la discreción. Y para seguir con los elogios, está un Richard Burton que clava al descreído reverendo Shannon con toda la ácida comicidad de un personaje a medio camino entre las dudas de fe, la autodestrucción y el gusto por los placeres mundanos. Con esos matices de humor del fracasado que opta por reírse de su sombra, Shannon es el antihéroe desaliñado de mente y de cuerpo, que destila un magnetismo casi animal, rotundo. Una muy lograda caracterización para un personaje medio derrotado, medio vividor que no puede sustraerse a la belleza, ni a las tretas hábiles del escape que se halla en el fondo de una botella.

Ava Gardner, otra emblemática figura, derrocha una femineidad salvaje, una sexualidad vehemente y madura, sin medias tintas. Ya imagino las voces que se elevarían por parte de los sectores más puritanos de la crítica, pues se afrontan los impulsos de la libido sin ñoñerías, y lo más sorpendente: sin mostrar más escenas subidas de tono que unos besos robados entre una chica ligera de cascos y Burton, y un fugaz baño de mar de Ava con dos muchachos, insinuando claramente un “ménage à trois”. Debía de ser muy chocante para una parte del público esa intensa y liberal presencia de lo sexual. Sobre todo ciertas confesiones de infidelidad y de satisfacción del placer por el placer.En el otro extremo del rango de caracteres, Deborah Kerr es el ejemplo de la templanza, de la comprensión que no juzga y de la serenidad alcanzada como una luz al final de un túnel en penumbras del que se logró salir. La dibujante trotamundos que lleva consigo su hogar, acompañada por su longevo abuelo poeta, es algo así como un elemento pacificador, catalizador de las violentas pasiones que rondan por unos entornos tropicales de elevada temperatura emocional. La bellísima culminación del poema del casi centenario soñador viene a traer paz y reconciliación a un rincón que estaba muy necesitado de ellas.Demonios traviesos y destructivos pinchando almas sin rumbo, almas que persiguen un trozo de calma y de plenitud poco probables, o que se empapan de la singularidad de esta especie que somos nosotros, en un viaje sin retorno hacia el final de la cuerda.


miércoles, 11 de mayo de 2011

Las nieves del Kilimanjaro



El technicolor de los 50, las bandas sonoras legendarias, aquellos títulos de crédito de las épicas historias de aventuras que siempre encabezaban las de piratas son ingredientes, todos aderezados en esta cinta poco digerible protagonizada por una pareja mítica del cine dorado: Ava Gadner y Gregory Peck. ¿Qué ocurre con esta obra basada en la novela de Hemingway que, sirviéndose de todos aquellos referentes sólo pasó con más pena que gloria por las pantallas? Un escritor, con mucho del propio Ernest y alma derrotista, cínico e irónico (papel que por cierto, poco va con Peck), se lamenta de su mala vida entre delirios, hienas y buitres, mientras se le gangrena la pierna tendido sobre una hamaca en la sabana africana y su abnegada esposa, (Susan Hayward, la mujer “segundo plato”) intenta arrancarle los dolores de alma y cuerpo. En su estado febril, Peck, recuerda a Ava Gadner: en París, de cacería, en una corrida de toros, (este Hemingway...) y hasta en la Guerra Civil Española. Peck pierde el norte. Antaño, anhelaba liarse la manta a la cabeza y ponerse el mundo por montera a la caza de vivencias para liberar su prosa carente de inspiración. De ahí que arrastre a Ava a África, a los San Fermines y hasta quizás, a la guerra del Líbano. Pero nuestro escritor frustrado se extravía, igual que ocurriera con el leopardo que se pierde en las laderas del Kilimanjaro. En uno de sus últimos intentos, confiesa a su anciano tío: “Fui de caza una vez, a España en busca del Santo Grial. Pero me lo rompieron”. Bien. Buen guión. ¿Por qué Henry King se lo carga? De principio a fin, se obceca en insertar imágenes que parecen extraídas de los archivos descartados del National Geographic, posando la cámara sobre el Kilimanjaro y luego intentando ligar torpemente planos a vista de pájaro con las cacerías filmadas en estudio y mezcladas con imágenes documentales de lamentable calidad. Las escenas selváticas entran con calzador en los delirios de Peck. Gadner debió rodar al mismo tiempo Mogambo. Sus pintas con chaleco de camuflaje (pertrechados con cuarenta bolsillos) son las mismas que en la película de Ford. No contento con desubicarnos en este batiburrillo de escenarios poco reales, King nos traslada, a lo loco, a París, a Madrid, a la Costa Azul... Todo para recrear los amoríos de Gregory, que por fin, se tropieza con la Hayward.


Moraleja: Al final, los segundos platos pueden ser los mejores y las mosquitas muertas, las leonas que espanten a las hienas.


Aún así, Henry King fue el encargado de llevar a cabo uno de los grandes clásicos del cine, el cual ha perdurado al paso de los años.Para mí lo más destacable de todo es el impresionante guión, el cual narra una historia dura. Plantea un personaje, el cual es inculcado desde niño a cazar; ya sean animales o mujeres. Este personaje solo busca dirigir un odio interno intentando saciar su sed buscando nuevas conquistas, y cuando tiene una nueva mujer; busca animales que sufran ya sea cazando en África o viendo corridas de toros en Madrid. Es un personaje egoísta, que solo desea su propia felicidad sin pensar en el sufrimiento de los demás; de ahí el ver sufrir a los animales, ya que el sufrimiento que muere bajo la piel del rinoceronte o del toro, es el sufrimiento que no quiere tener él. No obstante se enamora, y esa búsqueda de su único amor será su mayor objetivo.La historia es muy atrayante, y la película tiene escenas muy bien rodadas como los momentos de la guerra civil española. Aun así en ningún momento llega a ser brillante como pueden ser otros clásicos de la época. Y es una verdadera pena porque el material era muy bueno, y se contaba con dos grandes actores del momento.En fin, una gran historia con momentos buenos, pero que siempre se encuentra en un mismo nivel sin llegar a despegar y hacer que el espectador se sienta atraído por esas nieves del Kilimanjaro y ese leopardo que se encuentra muerto en él.


domingo, 8 de mayo de 2011

Entre el sueño y el delirio, Ava Gardner



Es extraño que una película repleta de errores, algunos de bulto, que flirtea con el ridículo en demasiados momentos, sea también un filme fascinante, con instantes mágicos e imágenes capaces de sobrevivir al alud visual de la época. La condesa descalza es uno de esos escasos títulos gracias a dos cosas: a la veracidad que Mankiewicz y Bogart han conseguido insuflairle al personaje de Harry Dawes y a la presencia magnética y perturbadora de Ava Gardner, la más bella cenicienta jamás soñada.



Harry Dawes es un director y guionista del viejo Hollywood, un contemporáneo de Gregory La Cava, uno de esos nombres que muy pocos recuerdan -la acción transcurre en 1.953, mucho antes de que los chicos de Cahiers nos convencieran de que debíamos prestar más atención a los cineastas que a las estrellas o a las empresas, que eran esos hombres sin rostro que firmaban en último lugar los verdaderos responsables del glamour de héroes e historias-



Para su suerte, una de esas memorias excepcionales es la de María Vargas, la exótica bailarina de flamenco interpretada por Ava Gardner, personaje vagamente inspirado en Rita Hayworth, que compartía con el personaje protagonista su origen español, carrera meteórica y boda con un noble. Ese Harry Dawes es, a su vez, el otro yo del propio Mankiewicz, un director siempre preocupado por las relaciones entre la realidad y su representación. En La condesa descalza se parte de la idea de que el cine aporta una mirada especial sobre todo, una mirada que embellece, pero que también corrompe. La imagen, explícita desde el título a los diálogos, pasando por multitud de planos, es la del cuento de La Cenicienta, la chica pobre que vive en un mundo de sueños, acosada por una madre bruja y el miedo a la miseria y la soledad.

En su idealización del destino también tienen cabida los príncipes que se enamoran de ella por que es la más bella del baile.Perroo el príncipe es impotente -el Hollywood de 1954 prefería castrar a los machos antes que admitir su homosexualidad- y ella, a pesar de los sueños, nunca ha podido enterrar sus orígenes gitanos, los que impiden que su cuerpo quede satisfecho con delicados besos en la mano.


La condesa descalza
Director, productor y guionista: Joseph L. Mankiewicz.


Intérpretes: Ava Gardner, Humphrey Bogart, Edmond O'Brien, Marius Goring, Rosanno Brazzi, Valentina Cortese, Elizabeth Sellars, Warren Stevens.


Año 1954








domingo, 1 de mayo de 2011

LA PEQUEÑEZ DEL JUGADOR


LA PEQUEÑEZ DEL JUGADOR Y SU INTENTO DE REBELIÓN ANTE EL ESQUIVO AZAR. Así podríamos definir esta obra de la firma del director germano Robert Siodmak, que siempre fue un seguro de calidad, incluso en una película como esta, que no satisfizo demasiado al propio director al menos en lo que al guión se refiere.


Se trata de una adaptación de la novela del escritor ruso Fedor Dostoievsky, El Jugador, que contó con un reparto muy interesante, nada menos que Ava Gardner, Gregory Peck, Agnes Moorehead, Ethel Barrymore y Melvyn Douglas. Como verán, cinco magníficos de la escena. La música y la fotografía son excelentes. Pero, curiosamente el film no tuvo el éxito esperado. ¿Porqué? Es difícil decirlo. Tal vez el guión no mantuvo la fuerza de la novela original y probablemente eso fue lo que no acabó de convencer a Siodmak. Ó tal vez un cierto tono dulzón y acaramelado que resta crudeza a la película.Porque tanto de la novela, muy autobiográfica de Dostoievsky, como de la película, lo que queda como moralina ó moraleja es el peligro de la adicción al juego.


La ludopatía como enfermedad de la mente. La pequeñez del jugador y su intento de rebelión ante el esquivo azar. La historia de amor tal vez reste impacto al film. Pero aun así es una película francamente interesante con un gran actor como Peck y una gran mujer, bella entre las bellas, como Ava Gardner, que además de por sus evidentes dotes femeninas me ha convencido por sus dotes interpretativas.Y sería injusto olvidarse de las otras dos grandes damas, Barrymore y Moorehead. El papel de la segunda es breve y no muy relevante pero con todo y eso, dejan su impronta en todo lo que hacen y siempre es un lujo ver una película en la que intervengan.




Ava Gardner y Gregory Peck, dos grandes entre los grandes del cine, comenzaron sus carreras a mediados de los cuarenta. Es extraño que, contando con la presencia de ambos, esta película sea casi una absoluta desconocida. Sin embargo esconde un gran interés, ya que aborda un tema nunca antes mostrado en la gran pantalla: la ludopatía. Siodmak fue valiente al tratar esta enfermedad como tal, ya que la gran mayoría de la sociedad de la época ni siquiera sabía lo que significaba dicha palabra. El director trata con crudeza y valentía las terribles consecuencas de quienes la sufren, sin tabúes ni rodeos.Gregory Peck demuestra su versatilidad con una excelente interpretación dramática, y la Gardner supone el complemento perfecto, tanto por su belleza como por su solvencia ante las cámaras.


El Gran Pecador (The Great Sinner - 1949) es una joya injustamente olvidada.



sábado, 30 de abril de 2011

Venus era mujer





Venus era mujer (One Touch of Venus - 1948) o la quintaesencia del ideal clásico.


Hollywood, 1948. Ava Gardner seguía, imparable, ascendiendo en su categoría de gran estrella de la pantalla, siendo una de las caras más reproducidas en las portadas de las revistas de la época, las cuales aireaban sus aventuras amorosas -en realidad, fotos promocionales filtradas por la Metro-Goldwyn-Mayer a la presse du coeur de la ciudad- al mismo tiempo que se hacían eco, con mayor o menor entusiasmo, de sus apariciones en la pantalla. Gardner no estaba, desde luego, demasiado contenta con el trato que estaba recibiendo por parte de la MGM, en donde seguían resistiéndose a ofrecerle papeles de envergadura mientras la explotaban como estandarte de su más alto glamour. De hecho, el mayor éxito de la actriz hasta ese momento había sido "Forajidos", mítica cinta del mejor cine negro en la que se adaptaba un relato corto de Ernest Hemingway, "The Killers", junto a otro gran aspirante a luminaria fílmica, un viril Burt Lancaster mostrando su cara más brutal. "Forajidos" fue producida por la Universal Pictures en 1946, para la que solicitó a la Metro la cesión de Gardner por una considerable suma de dinero, del cual la actriz solo percibiría un irrisorio porcentaje. Así, prestada, alquilada o cedida a otros estudios, Gardner languidecía entre las paredes del lot de la MGM mientras ni Louis B. Mayer, el todopoderoso mandamás del estudio, ni ninguno de sus asesores parecían darse cuenta del diamante en bruto que tenían entre las manos.Dos años más tarde de la producción de "Forajidos", la Universal se hallaba preparando la trasposición fílmica del que había sido un éxito de la cartelera de Broadway basado en la novela de Thomas Anstey Guthrie "The Tinted Venus", con música de Kurt Weill y texto de S. J. Perelman y Ogden Nash. La película se titularía igual que su precedente sobre los escenarios, "One touch of Venus" (que se estrenaría en España como "Venus era mujer"), conllevando la producción de la misma un delicado dilema: ¿quién podría resultar creíble como encarnación de la diosa clásica del amor y la belleza? La respuesta estaba cantada, ya que todo Hollywood sabía que solamente el rostro único de Ava Gardner podía atreverse a asomarse a la pantalla bajo la personalidad de la deidad mitológica. Así, la Universal volvió a solicitar a la Metro-Goldwyn-Mayer que le cediese a su estrella en exclusiva, y de nuevo Ava Gardner trabajó para otro estudio, en esta ocasión junto al actor Robert Walker y bajo la dirección de William A. Seiter.



"One touch of Venus" narra, en clave musical, la peripecia de un tímido y mediocre escaparatista de unos grandes almacenes de Nueva York, Eddie Hatch, el cual, sin pretenderlo, da vida a la estatua de la Venus Anatoliana que su jefe y dueño de los almacenes, el señor Savory, ha adquirido en el Peloponeso para exhibir en su establecimiento. La Venus revivida, naturalmente, se encarna en los rasgos de una Ava Gardner insultantemente bella y vestida con una ligera clámide blanca que permitía intuir su estilizada figura. Tan ligera era, por cierto, la blanca prenda que un empleado de los estudios tenía la misión de seguir a la actriz con una estufa portátil allá donde se dirigiese para evitar que se enfriara. Para la realización de la estatua que debía tomar vida la Universal contrató los servicios del escultor Joseph Nicolosi, quien modeló a Ava Gardner con el pecho desnudo, tal como dictaban los cánones estéticos de la antigüedad clásica. Los directivos de la Universal, por descontado, se echaron las manos a la cabeza exigiendo a Nicolosi que cubriera púdicamente el busto de la escultura tomando como referencia la túnica que el diseñador Orry Kelly había creado para la actriz. El rodaje de la película no resultó sencillo para Ava Gardner. Su coprotagonista, Robert Walker, era un hombre acomplejado que arrastraba un enorme problema con el alcohol desde su separación de la que había sido su esposa, la actriz Jennifer Jones. La Universal, al tanto del problema, intentó evitar que el actor consumiera su habitual y desmesurada dosis diaria de alcohol poniéndole al cuidado, dia y noche, de un preparador físico con el que convivía en un apartamento dentro de los estudios. Los complejos de Walker, que le tenían completamente atormentado, llegaban a tales extremos que se hacía forrar su ropa con hombreras y toda clase de rellenos para aumentar su corpulencia física. Gardner, sintiendo por su compañero una lástima immensa, se propuso echarle una mano, sacándole a cenar o a bailar -siempre seguidos de cerca por el férreo control de los estudios- para conseguir mejorar su ánimo. El habitual cretinismo de ciertos sectores de la prensa, naturalmente, confundió una tierna amistad con ese "algo más" que tantos periódicos y revistas vendía, y se airearon falsos rumores acerca de una posible relación entre ambos.Las canciones de Ava, románticas y pegadizas, fueron dobladas por una cantante profesional, situación que anticipaba la costumbre de doblar por sistema a la actriz pese a que su voz, "sin ser la de Lena Horne" (Gardner dixit), era agradable y bien timbrada. El resto del reparto estaba integrado por nombres populares como los de Eve Arden, Olga San Juan, el cantante Dick Haymes -entonces marido de Rita Hayworth- y el característico Tom Conway. Pese a todo ello, la cinta resultó un fracaso de taquilla que la crítica acogió con reservas evidentes. Gardner tuvo que ver como se ensañaba con ella parte de la prensa, especialmente la columna del New York Times que escribía Bosley Crowther, reconocido detractor de la joven estrella, quien aseguró que "como actriz, Miss Gardner continúa siendo una estatua". En cualquier caso, la posterior trayectoria de Ava Gardner ha hecho que la película figure en las enciclopedias de cine, pasando a ser su imagen vestida con la clámide olímpica parte indisoluble de su mito.





DIRECTOR
William A. Seiter
GUIÓN
Harry Kurnitz, Frank Tashlin (Obra: S.J. Perelman, Ogden Nash. Novela: F. Anstey)
MÚSICA
Ann Ronell
FOTOGRAFÍA
Franz Planer
REPARTO
Robert Walker, Ava Gardner, Dick Haymes, Eve Arden, Olga San Juan, Tom Conway, James Flavin, Sara Allgood
PRODUCTORA
Universal Pictures


Se trata pues de una ligera comedia, pero en la que Ava Gardner es la personificación de la sensualidad y de la seducción de la juventud. No es una gran película pero es un símbolo cinematográfico de la carrera de Ava Gardner. Una cinta en la que Ava Gardner nos muestra todas sus cualidades como actriz y todo su potencial sensual y seductor como fémina, uniendo a su escultural figura la inocencia y la picardía de la juventud. Con ello Ava Gardner logra convertir una floja comedia en un icono de su carrera cinematográfica, "el animal más bello del mundo" alcanzó la plenitud de su juventud en esta película, en la que logra seducir a los dos protagonistas (figurantes al lado de Venus) del mismo modo que lo hace con el espectador. El título original de la película es "One touch of Venus" (Un toque de Venus) que como siempre fue traducido al castellano "como vino en real gana", Venus era mujer; perfectamente podría habérsela llamado, "VENUS ERA AVA GARDNER" (y lo será siempre).

Una diosa con pies de barro



Ava Lavinia Gardner (Brogden, Carolina del Norte, 24 de diciembre de 1922 - Londres, 25 de enero de 1990) fue una actriz del cine clásico estadounidense nominada a los Premios Óscar, considerada una de las grandes estrellas del siglo XX y como uno de los mitos del Séptimo Arte.
Conocida por su exuberante y fotogénica belleza, se dice de ella que fue "el animal más bello del mundo".