Comedia de enredos bastante torpe y simplona en su confección narrativa, además de ser grotesca desde las actuaciones.
Es un producto que intenta hacer reír con situaciones alocadas, donde un grupo de jóvenes torpes terminan liando a un matrimonio de recién casados, ya que sin quererlo terminan involucrándolos con una pandilla de facinerosos muy misteriosos que se hacen pasar por fantasmas.
Aunque la propuesta intenta por todos los medios de ser divertida y chispeante, la misma apenas llega a ser una oferta muy ciclotímica e irregular a la que se le nota su improvisada confección argumental y las fallas en el realismo de la puesta en escena.
Las actuaciones son de mediocres para abajo, los gags muy tontones, las escenografías muy cutres y el argumento escrito con mucho apresuramiento y sin casi inspiración para lograr ser jocoso en sus variantes.
En fin, una apenas regular mezcla de horror-comedia que si hace reír es por las groseras limitaciones que posee desde todo punto de vista. Uno se puede llegar a lanzar una carcajada indirectamente de lo ridícula, tosca y bobalicona que resulta.
Si llega al cuatro es porque le tengo en cuenta su antigüedad, ya que es una pieza histórica –cutre de hecho- de la cinematografía estadounidense. También hay que reconocer que no aburre, pues posee un ritmo bastante acelerado.
William Beaudine, un director de esos del montón (de abajo) que rodaba de todo, hoy a la perra Lassie mañana a Bruce Lee (no es broma, así fue), se encarga de llevar los mandos de la nave obteniendo el consiguiente descalabro. Algo lógico, en aquellos años se rodaba al por mayor, como si fueran palomitas de maíz y no películas. Beaudine ese año filmó siete películas –y no es de los que más- entre ella su famosa “The Ape Man” que al menos es más consistente que esta.
El argumento es de esos típicos de la época, donde en plena Segunda Guerra Mundial, se pretende poner el granito de arena patriótico haciendo de los nazis una banda de matones que habitan en la casa de al lado y desde allí poco menos van a controlar el mundo. Menos mal que los chavales cantores de la película están ahí para, mientras pintan y cantan, resolverlo.
En la cinta podemos ver a un desdibujado y en declive Bela Lugosi y sobre todo la tercera de las apariciones de una jovencita, poco afortunada en la interpretación, llamada Ava Gardner. Menos mal que tuvo otras oportunidades.
Es un producto que intenta hacer reír con situaciones alocadas, donde un grupo de jóvenes torpes terminan liando a un matrimonio de recién casados, ya que sin quererlo terminan involucrándolos con una pandilla de facinerosos muy misteriosos que se hacen pasar por fantasmas.
Aunque la propuesta intenta por todos los medios de ser divertida y chispeante, la misma apenas llega a ser una oferta muy ciclotímica e irregular a la que se le nota su improvisada confección argumental y las fallas en el realismo de la puesta en escena.
Las actuaciones son de mediocres para abajo, los gags muy tontones, las escenografías muy cutres y el argumento escrito con mucho apresuramiento y sin casi inspiración para lograr ser jocoso en sus variantes.
En fin, una apenas regular mezcla de horror-comedia que si hace reír es por las groseras limitaciones que posee desde todo punto de vista. Uno se puede llegar a lanzar una carcajada indirectamente de lo ridícula, tosca y bobalicona que resulta.
Si llega al cuatro es porque le tengo en cuenta su antigüedad, ya que es una pieza histórica –cutre de hecho- de la cinematografía estadounidense. También hay que reconocer que no aburre, pues posee un ritmo bastante acelerado.
William Beaudine, un director de esos del montón (de abajo) que rodaba de todo, hoy a la perra Lassie mañana a Bruce Lee (no es broma, así fue), se encarga de llevar los mandos de la nave obteniendo el consiguiente descalabro. Algo lógico, en aquellos años se rodaba al por mayor, como si fueran palomitas de maíz y no películas. Beaudine ese año filmó siete películas –y no es de los que más- entre ella su famosa “The Ape Man” que al menos es más consistente que esta.
El argumento es de esos típicos de la época, donde en plena Segunda Guerra Mundial, se pretende poner el granito de arena patriótico haciendo de los nazis una banda de matones que habitan en la casa de al lado y desde allí poco menos van a controlar el mundo. Menos mal que los chavales cantores de la película están ahí para, mientras pintan y cantan, resolverlo.
En la cinta podemos ver a un desdibujado y en declive Bela Lugosi y sobre todo la tercera de las apariciones de una jovencita, poco afortunada en la interpretación, llamada Ava Gardner. Menos mal que tuvo otras oportunidades.
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