viernes, 30 de marzo de 2012

Pandora y el holandés errante

Hay un hombre, al que se conoce como El holandés errante, sobre el que pesa una terrible maldición por haber renegado de la fe y del amor, y sobre todo, por haber asesinado a la mujer a la que amaba. Por tales motivos, está condenado a vagar por los mares en un barco fantasma y cada siete años tiene una corta oportunidad de volver a vivir como hombre entre los hombres y buscar a una mujer que le ame y que esté dispuesta a morir por él. Sólo así terminará su sufrimiento y podrá redimirse reconociendo el amor.



Hay una mujer llamada Pandora, precursora de Eva, a la que los dioses dieron una caja a guardar, la cual jamás debía abrir porque, de hacerlo, daría a los hombres un terrible regalo. Pero, como Eva, Pandora desobedeció y desde entonces trajo grandes desgracias a la humanidad.



En un barco del que él es el único tripulante, Hendrick van der Zee llega a un pueblo, acertadamente llamado Puerto de Esperanza, y allí conocerá a una maravillosa muchacha llamada Pandora Reynolds, quien parece cansada de burlarse de los hombres que la pretenden y ahora siente que es algo más significativo lo que busca.



Albert Lewin, el director que nos diera “El retrato de Dorian Gray” y “Los asuntos privados de Bel Ami”, continúa en alza con esta esotérica, romántica y apasionante historia en la que expone con todo rigor que “el amor se mide según lo que uno esté dispuesto a abandonar”. Y entonces veremos a un hombre que aprenderá lo que es el amor del alma y a una mujer que sirve a su destino porque también comprende que, cuando se ama, dar es igual a recibir.

Dos estupendas leyendas colmadas de significado, logran confluir para dar fuerza a ese sentimiento que todo lo puede y que da sentido a la experiencia humana. Lewin logra una ambientación sobria y efectiva; detalles con un contenido latente (la pieza que Geoffrey arma, el reloj de arena, el retrato de Pandora…); unos diálogos relevantes y con suficiente esencia filosófica y espiritual; y unas actuaciones de James Mason y Ava Gardner que dan la medida exacta a sus magníficos personajes.



Cine para los que buscan la trascendencia, “PANDORA Y EL HOLANDÉS ERRANTE” motiva la reflexión, anima a ir más allá de lo hasta ahora conocido, y quizás nos permita comprender -o reafirmar- que la vida es mucho más que lo que vemos, y aún mucho más de lo que hasta ahora comprendemos.

Pero Pandora y el holandés errante es una obra demasiado elaborada como para plasmar aquí todas sus profundidades semánticas y descifrar sus múltiples referencias a la cultura griega.No es, por lo tanto, mi intención.


 
Se trata de una tragedia romántica, protagonizada por Gardner y Mason, en la que confluyen A) la mitología griega (Pandora;el equivalente a la cristiana Eva, madre de todos los hombres pero desencadenante de todos sus males,El Holandés, una especie de Prometeo eternamente castigado por su desafío a los dioses,El torero Montalvo;una especie de Rey Teseo luchando contra el minotauro (los Toros, y en un sentido alegórico, el destino)), B) la leyenda del Holandés errante (que se remonta al siglo XVII) y, C) contínuas referencias visuales a la cultura helénica y mediterranea en general.



Sin duda es un filme que no puede ser observado por mentes simples acostumbradas a lo literal ya que su contenido metafórico y surrealista es abrumador. 


En el plano técnico, Jack Cardiff confecciona una excelente labor fotografica (aunque la copia desponible en DVD que poseo no permite observar con toda claridad algunas de las escenas nocturnas) resaltando el componente telúrico de los parajes retorcidamente románticos e incluso místicos de Tossa de Mar (llamada Esperanza en el filme que nos ocupa) y Albert Lewin realiza una magnífica y compleja realización y guión (con unos diálogos interesantísimos y llenos de significado oculto), el cual, en mi opinión y como gran fallo alegable contra él, insiste demasiado en la utilización de la voz narradora como herramienta progresión argumental.
 


También se observan alunos problemas de ritmo que son inevitables al querer sobrecargar al filme con tanto contenido metafísico.


Filme de orígen literario pero brillantemente visual a la vez, deberá ser descubierto poco a poco por los espectadores hasta poder encontrar su significado último; hasta poder encontrar la salida del laberinto en el que nos recluye.

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